A la sexualidad femenina la maternidad le viene como anillo al dedo. ¡Bendita seas! Por fin llegaste.

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Tanto tiempo pendiente de qué quiere el otro, de si mi cuerpo es el adecuado, de si me tiene que gustar y no me gusta, de si me tiene que apetecer y no me apetece, de cuántas veces, de cuántos kilos, de cuántos orgasmo… “Qué “jartura” de métrica!

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Ahora lo instintivo arrasa por fuerza mayor. Una vida te atraviesa, te chupa o manosea las tetas constantemente, te reclama, te mira, te sonríe, te despierta y te mantiene hormonada y viva, colgando de un hilo entre el sueño y la droga natural. Flotas y te caes. Te diluyes, te mimetizas, sientes todo tu cuerpo como se estremece, como chorrea, como llora o como duele.

Esto es sexualidad.

La sexualidad va primero que la maternidad, llego antes, está siempre. Y el cómo haya sido tu relación con ella (osea contigo misma), va a decir mucho de como sea en tu maternidad. Así como la relación de sexualidades compartidas con el otro, la otra, los otros o quienes sean.

La maternidad y la sexualidad no se pueden separar, son hijas de la misma madre, que eres tú. Tu sexualidad nació contigo, así como tu potencial materno.

Los cuerpos femeninos, las curvas y recovecos de los templos de las mujeres, los ciclos, las sangres, las sabidurías, los dolores, los sentires, los placeres, las emociones y las intuiciones han sido relegadas a un segundo plano y puestas al servicio del “patriarca”, de la penetración, de la genitalidad, del objetivo orgasmo, de lo lineal, de lo estático, del hombre como genérico. A veces ha sido desde fuera, otras nosotras mismas nos hemos lanzado a ello.

Entonces llega el embarazo y el cuerpo se coloca ante todo, imponiendo su redondez, rebosando vida. Y luego el parto, abriendo en canal a la mujer, conectándola con su lado más salvaje, arrancándole el aullido profundo, la fuerza instintiva para alumbrar. Y luego el posparto y el puerperio, derramando leche, lágrimas y babás. Desnuda a muchos niveles.

¿Hay algo más sexual que una mujer pariendo o en pleno puerperio? ¿Hay algo más íntimo?

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Entonces me pregunto, ¿qué expectativa esconde “el choque entre maternidad y sexualidad”?

Que una mujer no quiera ser penetrada durante un tiempo es sólo eso, no que no sea sexual o no tenga deseo. El deseo siempre está y como todo lo vivo, es dinámico y se transforma.

Me gustaría que se diera la vuelta a la tortilla y se viera la otra cara. La del amante de esta mujer que parece que no tiene ganas.

¿Cómo te acercas a ella? ¿Cómo la tocas? ¿Cómo le hablas, le susurras o la miras? ¿Conoces su cuerpo?

Si tu objetivo es la penetración y el orgasmo, es una oportunidad para resignificar tu y vuestra sexualidad, porque seguramente antes de la maternidad tampoco echaba fuegos artificiales.

Al ser un ámbito de profunda intimidad, la sexualidad se ve enormemente afectada por el patriarcado y se espera de ella una continuidad lineal, con objetivos y fases marcadas y rígidas que pueden incluso medirse en polvos. Desde lo femenino, aportamos lo sinuoso, lo sutil, lo dionisíaco, el placer por el placer, sin mas objetivo que el de ser y estar.

El femenino y masculino son energías disponibles y danzantes en todo ser humano y en su equilibro hay gran poder. Por la sociedad en la que vivimos, las experiencias infantiles, los valores y creencias integrados, el masculino toma la delantera en la sexualidad, por eso la maternidad puede ser un punto de inflexión idóneo para redescubrir los cuerpos, el contacto y los placeres.

Cuando las mujeres y madres en terapia me decís “ no tengo ganas” siempre digo “¿De qué no tienes ganas y de qué si tienes ganas?”. Porque cuando no hay ganas de una cosa, si las hay de otra

Es poner la mirada en lo que si y saber que eso también es sexualidad.

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Marina Bernal 

Psicóloga Perinatal y Terapeuta de Pareja

Col. 25.238